Cuando el baño es el mar...
Ausencia de ser. Eso lo viví una vez.
Flotar. No sentir mi cuerpo.
No escuchar más que mi corazón bombear en 2/4.
No pensar. No saber cuando mis ojos están abiertos o cerrados.
Ver celeste. Solo celeste.
Pensar celeste. Sentir celeste.
Celeste arriba. Celeste abajo.
En ese momento no entendí esa frase. Realmente no me costó tanto.
Después vi a la luna, irrumpiendo la escena, queriendo ser nube. ¿Cuánta influencia tendrá en la marea? Nada más le faltaba digerirme. Ya me había embelezado.
La fantasía de vivir dormido y que ella me visite todas las noches, como a Endimión, me resultaba tentadora.
Ya en la costa, las primeras brisas que me acariciaban durante el ocaso me hacían idealizar mi vejez. Cavilando, medio embombado y anestesiado, no solo por los años vividos sino por esa misma corriente que se escabulle por todos los rincones de la isla y trae olor a mar al mismo tiempo que bambolea las palmeras de los bulevares.
Vetusto aun, te recordaría igual que aquel día.
1 Comments:
Precioso, Francisco!
En esos raptos la vida fluye y todo se reconsidera. Instantes cercanos a la sensación de absoluto.
Poesía. Muy buena. Te felicito.
Un gran abrazo.
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